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Dr. Juan María Gutiérrez

(1809 - 1878)
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Nombre

Dr. Juan María Gutiérrez

Período

1874 – 1877

Especialidad

Matemática, ingeniería y letras

Presidente: Dr. Juan María Gutiérrez (1809 - 1878)

En el año 1809, el día 6 de mayo nace en Buenos Aires, Juan María Gutiérrez, en un hogar ejemplar y sencillo formado por don José Marías Gutiérrez, comerciante español, oriundo de Asturias, espíritu culto e hidalgo que sobresalía entre los hombres de su tiempo y sus actividades y que poseía una buena biblioteca para solaz de sus horas de descanso y cuya esposa, doña María Concepción Granados Chiclana, era de familia patricia a la que pertenecía aquel Dr. Chiclana que con Sarratea y Paso integraron el siempre recordado Triunvirato de los días iniciales de la patria. En ese hogar fecundo, donde catorce hijos vieron la luz que iluminaba los comienzos de nuestra nacionalidad, Juan María Gutiérrez fue el primogénito y con razón llamósele "hermano de leche" de la Revolución de Mayo porque se da una curiosa coincidencia de que su niñez, su juventud y su vida toda se desarrollan al par que se van formando y evolucionando las Provincias Unidas del Río de la Plata a raíz de la emancipación declarada el 25 de mayo, en una atmósfera de Libertad que habrá de inculcarle principios de tan hondo arraigo en la intimidad de su ser que por defenderlos y difundirlos debió sufrir luego prisión y extrañamiento del país en los días sombríos del poder dictatorial.

El niño Juan María, que prestamente se señala por su vivacidad e inteligencia, alterna sus clases y sus estudios con las conversaciones que escucha en las tertulias de su casa, donde en las reuniones familiares se comentan todas las intranquilidades de esa época, frecuentemente desordenada, turbulenta a veces, en la que se iba plasmando nuestra República.

Llega a los 16 años de edad (1825) e ingresa a la Universidad para iniciarse en las disciplinas matemáticas, que eran su predilección entonces, junto con lo estudios de latinidad y filosofía que obligadamente debían seguirse también; poco después se incorpora al Departamento Topográfico y allí, prosiguiendo sus estudios, actúa como ingeniero y agrimensor, llegando por ascenso a la categoría de ingeniero de primera, en 1839. Pero lo interesante es señalar que contando entonces con 30 años de edad había cumplido ya una actividad múltiple y profícua en alto grado; aparte, en efecto, de figurar entre los fundadores y colaboradores asiduos de diversas revistas y hojas periodísticas, algunas de vida fugaz, mientras trabaja en sus labores profesionales se inscribe en el Departamento de Jurisprudencia de la Universidad en el año 1831 y tres años más tarde obtiene el título de doctor en leyes que marcaría luego su inclinación profesional preferente. Por entonces, además, perdió a su padre, fallecido en 1830, y con su buena madre se constituye en el jefe de la familia, contribuyendo con su sueldo a sufragar los gastos que demanda la vida de los trece hermanos, pues uno había muerto muy niño aún; las dificultades económicas eran graves y justificábase entonces su interés por gestionar la liberación del pago de derechos arancelarios en la Universidad y que le era concebida por sus antecedentes. Precisamente, en los archivos publicados por Dassen en la historia de la Facultad de Matemáticas y aparecidos en los "Anales" de esta Academia, se incluye la reproducción fotográfica de una solicitud presentada en julio de 1834 al rector de la Universidad pidiendo se le exima del pago de derechos antes de recibir el grado de doctor en leyes, desde luego le fue acordado, y en la que dice lo siguiente para justificación de su pedido: "No tiene el solicitante otros títulos en que fundar la petición de esta gracia, sino en la notoria falta de fortuna, en los cortos servicios que ha prestado por espacio de diez años en el Departamento Topográfico y en la esperanza de que V.S. apreciará debidamente la posición de un joven expuesto a perder el fruto de sus tareas de muchos años, por falta de recursos pecuniarios".

En una relación sintética como es la que he tomado a mi cargo, no cabe la posibilidad de reseñar la multiplicidad de tareas de una vida tan intensamente vivida como fue la de este ilustre argentino, que en sus horas de permanente desasosiego llegó a cumplir una obra de extraordinaria vastedad como escritor, poeta, periodista, abogado, dibujante, matemático, catedrático, ingeniero conferenciante ameno, ilustrado y profundo, etc. Sólo me referiré a aspectos salientes, como su participación activa en el Salón Literario que M. Sastre instaló en la calle Victoria, anexo a su negocio de librería y donde se reunía el grupo intelectual más selecto que actuaba en el lustro 1835-1840, en el que figuraban Miguel Cané, Esteban Echeverría, Alberdi -amigo inseparable de Gutiérrez-, Vicente Fidel López, Tejedor, Peña, y varios más, todos ellos plenos de ideales y cultores de la Libertad, con lo cual, naturalmente, despertaron los recelos de Rosas y las consecuencias no se demoraron mucho tiempo: aparte de clausurar el local y obligar a Sastre a malvender su librería, ocasionando su ruina económica, se dispuso la cesantía de Gutiérrez en su cargo del Departamento Topográfico y se lo hizo conducir luego a la cárcel de Santos Lugares; permaneció allí cuatro meses en un calabozo, de los que noventa días estuvo incomunicado y con una barra de grillos. Claro está, su suerte estaba echada: debía salir del país y así lo hizo con destino a Montevideo, donde permaneció cerca de cuatro años escribiendo colaboraciones periodísticas y dando conferencias para ganar su pan; al despedirse de su madre recibe un beso y ella le dice: "Nunca te arrodilles, hijo, sino ante el poder de Dios", magnífico ejemplo de confortación espiritual para quien, sano de alma, se ausentaba con tantos padecimientos físicos y angustias morales, pero que no podía claudicar en la altivez y soberbia de su democracia y rebeldía.

Logra así Gutiérrez, trabajando intensamente, reunir algunas economías y propónese realizar uno de sus sueños: un viaje a Europa para conocer en sus propias fuentes la cultura que tanto cultivara desde aquí a través de los libros españoles, franceses, italianos e ingleses. Con Juan Bautista Alberdi planean la excursión y juntos parten el 5 de abril de 1843 a bordo de un bergantín de 200 toneladas de desplazamiento, bautizado con el sugestivo nombre de "El Edén", de matrícula italiana, construido en Génova. Un viaje a Europa en aquellos días y con aquellos magros recursos!... Navegación exclusivamente a vela, con una travesía de dos meses entre el cielo y agua, para cruzar el Atlántico salvando más de tres mil leguas; a la altura de la costas brasileñas, una tormenta borrascosa parece hacer peligrar la embarcación y en la crónica consta que durante tres días, que fueron de zozobra, no se encendió fuego alguno en el barco. Más adelante, con el radar de aquella época: un marinero sentado en la proa durante las horas nocturnas, debía cuidarse la navegación y en una circunstancia, vence el sueño al vigía y por milagro se salva de una catástrofe al enfrentar el buque una roca, en las proximidades de la costa; todo ello tiene minuciosa descripción en las páginas que Alberdi escribió como premio para el libro de Gutiérrez titulado: "Origen y desarrollo de la Enseñanza Pública Superior en Buenos Aires", reproducido en edición de "La Cultura Argentina", del año 1915. Esa obra, valiosa por su raro y bien documentado contenido, es una veraz referencia histórica que abarca desde la época de la Compañía de Jesús en el año 1767 hasta el funcionamiento de la Universidad que el genio de Bernandino Rivadavia creó en Buenos Aires en el año 1821. Y como último comentario de ese viaje me voy a referir a un detalle que en la larga carta escrita el 1º de enero de 1844, desde Río de Janeiro, dirigía Gutiérrez a su hermana Ramona Constancia con prolija reseña de la travesía y estada en el viejo continente, donde muestra que el buen humor no estaba reñido con la jerarquía intelectual del autor, cuando le dice textualmente: "Pasajeros, tripulación, gran parte de los comestibles, todo era de Italia, a bordo de "El Edén". Alberdi y yo, teníamos por únicos compatriotas tres chanchos negros, unas cotorras y seis docenas de gallinas... No está libre de dar la vuelta al globo, el habitante de un corral menos curioso por saber lo que pasa en el mundo. No extrañarás que haya pavos que han viajado".

De regreso a América en el mismo año -los fondos reunidos no permitían el goce de una excursión más prolongada- se detiene Gutiérrez más de un año en Río de Janeiro y otras ciudades del Brasil, lo que le permitió profundizar sus conocimientos sobre la literatura brasileña, para hallar después refugio halagador en Chile donde reside desde 1845 a 1852, salvo algunas ausencias a Lima y Guayaquil, ciudad ecuatoriana esta última en la que conoció a Sarmiento que regresaba de Estados Unidos. El ha dicho que en el Pacífico pasó los días más felices de su vida.

Cae la dictadura en Caseros el 3 de febrero de 1852 y en seguida retorna Gutiérrez a la Argentina, donde estuvo proscripto durante doce años, para comenzar un lapso de veintiún años de una labor de alta significación: ministro de gobierno de Vicente Fidel López y Planes, ministro de Relaciones Exteriores de Urquiza, representante de Entre Ríos en el Congreso General Constituyente que sancionaría luego la Constitución Nacional de 1853, obra fundamentalmente suya, según lo reconocen muchas crónicas de la época, y en cuyo año se celebra su casamiento con la señorita Gerónima Cullen, de la más distinguida sociedad santafecina, más tarde Diputado Nacional, participando en un congreso del que según se informa en la introducción escrita por nuestro amigo el ingeniero Bustillo para su reciente libro sobre Pellegrini, formaban parte de él, varios años después, argentinos de la talla de Mitre, Vicente López, Félix Frías, Del Valle, Bernardo de Irigoyen, Alem, Quintana, Pizarro, Cané, Lucio V. Mansilla, para que seguir tan brillante enumeración; fue asimismo, Presidente del Consejo de Instrucción Pública, jefe del Departamento de Escuelas de la Provincia de Buenos Aires, etc. Mientras tanto, es enorme su labor en colaboraciones de prensa, publicaciones de poesías, conferencias, discursos, debates políticos, etc.

En ese conjunto de actividades yo quiero hacer resaltar su obra durante doce años (1861-1873) en el rectorado de la Universidad de Buenos Aires, nombrado por Mitre y cuyo período fue fecundo en iniciativas y feliz para la organización de los estudios superiores.

Ya dijimos cómo en seguida de terminar el rectorado, abandonó para jubilarse, le tocó fundar y presidir la primera Academia de Matemáticas, en 1874, base de la Academia que hoy nos acoge.

El 26 de febrero de 1878, a los 69 años de edad, en horas de la madrugada y de manera sorpresiva, apagóse la luz que encendía los ojos del preclaro argentino. Realizábase en Buenos Aires una celebración durante tres días para conmemorar el centenario del nacimiento del General San Martín; Gutiérrez había asistido sin inconveniente alguno a los actos del primer día y en la mañana siguiente, un síncope hizo dejar de latir el corazón de este patriota, quizás como consecuencia de las emociones sentidas.

Juan María Gutiérrez se significó en el plano de nuestros más eminentes hombres de Estado; trabajó, publicó y enseñó, desarrollado una obra singularmente valiosa para todos lo tiempos y la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales rinde a su memoria el más respetuoso de sus homenajes, la más sincera admiración por sus altas calidades y el más expresivo reconocimiento por cuanto hizo a favor de la cultura argentina.

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