Nombre
Dr. Abel Sánchez Díaz
Período
1958 – 1968
Especialidad
Química y bromatología
Presidente: Dr. Abel Sánchez Díaz (1885 - 1968)
La Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales me ha encomendado la honrosa misión de recordar al Dr. Abel Sánchez Díaz. Su vida larga y fecunda estuvo consagrada al bien y a la promoción de las muchas actividades que debió cumplir, en razón de sus funciones o fruto de su permanente iniciativa. Fueron características de su útil trayectoria sus aptitudes sobresalientes, su voluntad, su espíritu de trabajo, su condición de hombre organizado y de organizador, su caballerosidad y, sobre todo, su gran bondad.
Había nacido en Carmen de Areco, el 17 de febrero de 1885 y cursado sus estudios previos en el Instituto Nacional y en el Colegio Nacional Central. A los 19 años se gradúo de farmacéutico en 1904 en la Facultad de Medicina y posteriormente de Dr. en Química en 1909, con Diploma de Honor en la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires. Consagró a este último grado la casi totalidad de su actuación profesional, aunque el primero le permitió aceptar y desempeñar algunas funciones públicas de las muchas que caracterizaron su larga trayectoria.
Su título de Doctor en Química fue posible en mérito a su Trabajo de Tesis que versó sobre el tema "El Bronce Calchaquí", publicado en 1909, aprobado en noviembre de ese mismo año y presentado al 17 Congreso Internacional de Americanistas, reunido en Buenos Aires en 1910. Ese trabajo, que he podido leer, persiguió un mejor conocimiento de las aleaciones que antes de la dominación española preparaban y usaban aquellos pueblos indígenas en la fabricación principal de sus instrumentos laborales. El tema había merecido la atención previa, entre otros, del arqueólogo argentino Juan B. Ambrosetti, en 1904.
Utilizó material arqueológico del Museo Nacional de La Plata y del Museo Etnográfico de la Facultad de Filosofía y Letras. Un examen crítico de los valores de composición hallados, de los yacimientos minerales que entonces se disponía, de las técnicas de laboreo de minas que se practicaban y de los antecedentes de todo orden que pudo lograr, le hicieron concluir que se trataba de verdaderos bronces, pues el estaño siempre estaba presente, aunque en concentraciones muy variables. Su presencia era, por tanto, consecuencia de adición voluntaria pero empírica, en razón de la metalurgia primitiva que practicaban los indígenas. La parte analítica de este estudio se realizó en la Oficina Química Nacional en cuyos laboratorios actúo como Químico Ayudante los años 1906 a 1908. El tema pudo haber surgido a raíz de su actuación en el Museo de la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad de La Plata, del que fue Prosecretario los años 1908 a 1910. Su padrino de Tesis fue el recordado Prof. Enrique Herrero Ducluox, a quien reconoció, en esos años "como el más poderoso estímulo con que había contado para perseverar en el estudio".
En 1911 actúa como Químico de la Sección Aguas Minerales de la División de Minas, Geología e Hidrología y tras realizar un viaje por Europa se le designa Químico de la Policía de la Capital, cargo que desempeñó 18 años, hasta 1931. En ese lapso actuó, además, como Jefe del Laboratorio de Gas de la Municipalidad de la Capital, en 1916 y 1917.
Paralelamente y desde muy joven, en 1908, inicia su vinculación con la docencia universitaria que habría de desarrollar durante 35 años, hasta 1946. Como Profesor Suplente dicto cursos de Química Inorgánica en el Museo de la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de La Plata y de Química Especial para Ingeniería en la misma Universidad en el período 1910-1917, para ser sucesivamente Profesor Interino en 1918 de Química Tecnológica en dicho Museo y Profesor Titular de la misma asignatura en la Facultad de Química y Farmacia de aquella Universidad en 1919, cargo que renuncia en 1939.
Al propio tiempo fue Profesor Suplente y más tarde Titular de Química General en la Facultad de Agronomía y Veterinaria de la Universidad de Buenos Aires, en el lapso que va desde 1915 a 1946.
En el Instituto Municipal de la Nutrición fue desde 1935 Profesor de la Cátedra de "Alimentos"; al producirse la nacionalización de aquel Instituto en 1938, fue confirmado en ese cargo que desempeño hasta 1946. Allí, colabora con el entonces Director, el Profesor Pedro Escudero, a quien le unía una profunda amistad, llegando a ocupar el cargo de Subdirector de la Escuela Nacional de Dietistas, en forma honoraria.
Su acción docente le llevó al desempeño de importantes funciones en la Universidad Nacional de La Plata, pues fue Consejero Académico (Suplente y Titular) de las Facultades de Ciencias Naturales y de Química y Farmacia los años 1919 y 1928 y dos veces Decano de esta última, en los períodos 1923-1926 y 1928-1929.
Tras una leve intervención a cargo de los recordados químicos argentinos Dres. Atilio A. Bado y Felipe A. Justo, el Dr. Sánchez Díaz es nombrado Director de la Oficina Química Municipal de la Capital, un organismo técnico diseñado conforme al similar que funcionaba en París y el primero de su género establecido en América del Sur. Había sido creada por el Consejo Deliberante en 1882, y según rezaba el Decreto "para la vigilancia del expendio de sustancias alimenticias y la verificación de la pureza de la aguas destinadas al consumo, así como la inspección de los establecimientos e industrias incómodas e insalubres, e informar a la Municipalidad sobre aquellas cuestiones técnicas que exijan conocimientos de química". Su primer Director, el renombrado Prof. Dr. Pedro N. Arata, había sido su organizador, dándole vida y desarrollo continuo en un lapso de 30 años.
Sánchez Díaz tuvo aquí, en mi opinión, el ejercicio de su más relevante actuación como funcionario técnico, en razón de su esfuerzo como organizador, como propulsor de trabajos hasta entonces no realizados en materia de sanidad ambiental (pública e industrial), en la represión del fraude y la adulteración de alimentos, en su apoyo constante para el desarrollo de trabajos de investigación, en acciones en favores del mejoramiento de la Legislación Alimentaria y, en fin, en la buena marcha de todas aquellas funciones que dicha Oficina debía realizar en virtud del Decreto de creación y que no habían sido delegadas a otros laboratorios oficiales que, con el correr de los años, se crearon en distintas jurisdicciones. Durante su gestión al frente de aquel organismo contó con un selecto cuerpo de colaboradores inmediatos y un personal técnico consagrado a sus tareas, que comprendió varios Profesores Universitarios de las Universidades de Buenos Aires y de La Plata.
Logró la instalación de un Laboratorio Especial para el análisis de los gases desprendidos por automotores, para el estudio del viciamiento de la atmósfera de la ciudad en lugares de tránsito intenso, en plazas y parques de la ciudad, en estaciones de subterráneo, en ambientes industriales diversos, en salas de proyección de cinematógrafos, en el examen de los gases desprendidos en la usina incineradora de la Chacarita, etc., etc. Estos estudios pioneros no fueron en vano. Con posterioridad se crearon otros laboratorios en ámbitos oficiales y, más recientemente, un Centro de Investigación especializado en temas ambientales, públicos e industriales.
Otro laboratorio se ocupó, en esos años, del examen de combustibles de emergencia, tales como subproductos de la industria oleaginosa, granos de cereales, lignitos, materiales asfálticos y otros, en razón de la escasez de carbones fósiles de importación.
En 1937, compenetrado de la necesidad de establecer métodos de análisis especiales para el contralor de alimentos creó un Laboratorio de Investigaciones y control de Métodos Analíticos, al que liberó del trabajo de rutina. Formé parte, junto a distinguidos colegas, del personal técnico del mismo, desde su creación y por 14 años. Allí se estudiaron varios métodos para el análisis de alimentos, algunos convertidos en métodos oficiales. Como suele suceder, la tarea originó otros estudios que permitieron conocer los contenidos en bromo y en selenio de trigos argentinos, la composición química de productos de caramelización de diversos hidratos de carbono, los contenidos normales en flúor de materias primas, alimentos y bebidas y la composición química de numerosos productos grasos, principalmente aceites vegetales de producción nacional. Permitió que muchos estudiantes de Química de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires realizaran sus Trabajos de Tesis en aquel Laboratorio, principalmente en estudios sobre sustancias grasas y puedo informar que fueron alrededor de 40 los Doctorandos que se beneficiaron con aquella acertada permisión. Ello marcó, además, en comienzo del estudio acabado de la composición química de productos grasos en la Argentina.
Durante su gestión la Oficina Química contó una "Exposición Permanente de Alimentos y Bebidas alterados y adulterados", que se constituyó en una útil fuente de ilustración popular en esa materia.
Entre las muchas comisiones Municipales o Nacionales que presidió o integró entre los años 1935 y 1946 figuran las relaciones con temas de elaboración, rotulación, reglamentación y expendio de alimentos, bebidas y productos vinculados, así como con aspectos de la Sanidad ambiental, pública e industrial. Entre ellas presidió la Comisión Municipal de Higiene Alimenticia, la Asociación Química de la Administración Sanitaria Municipal, la Comisión Honoraria Municipal para el estudio del problema del humo en la Ciudad de Buenos Aires, y la Comisión Municipal de Establecimientos Industriales; esta última originó la sanción de un Decreto que contenía Nóminas de Industrias, Decretos, Normas y Disposiciones Generales sobre clasificación de las Industrias en la ciudad de Buenos Aires.
El 17 de noviembre de 1934 se reunieron en la Oficina Química Municipal, dejando constituida la "Conferencia Bromatológica Nacional", un muy selecto grupo de funcionarios técnicos nacionales, provinciales y municipales del interior y de la Capital Federal. Por iniciativa de las autoridades municipales de Santa Fe esta conferencia, que siempre organizó y presidió el Dr. Sánchez Díaz, persiguió el logro de una "coordinación técnica entre los organismos oficiales encargados en el país de la fiscalización de alimentos, propendiendo al establecimiento de normas uniformes relativas a elaboración, conservación, expendio público, represión de fraudes y falsificaciones de los alimentos, para ser propuesta su adopción a las autoridades correspondientes" y se añadía "recurriendo para ello a una revisión de las reglamentaciones nacionales, provinciales y municipales vigentes con fines de armonización en el ámbito nacional".
Treinta años más tarde, se anuncian y persiguen los mismos propósitos en nuestro país y, dicho sea, en el ámbito internacional, a través de organismos como la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación y la Organización Mundial de la Salud, circunstancias que evidencian la importancia y acierto de aquellas reuniones. La trascendencia y proyecciones actuales de esos temas son mucho mayores, en razón de la evolución operada en los campos de la Tecnología y Legislación Alimentarias. Se celebraron cuatro certámenes de esta índole, a saber: Santa Fe (1935), Córdoba (1937), Mendoza (1939) y Tucumán (1941). Además de la función de armonización que dicha conferencia perseguía, el Dr. Sánchez Díaz las dotó de disertaciones de jerarquía a cargo de personalidades del ambiente científico del país, tales como los Dres. Angel Mantovani, Tomás J. Rumi, Alfredo Sordelli, Venancio Deulofeu, Atilio A. Bado, William E. Cross y con la concurrencia de representaciones oficiales de la gran mayoría de los organismos técnicos vinculados, nacionales y de otras jurisdicciones.
El 14 de setiembre de 1933 organizó la celebración del cincuentenario de la fundación de la Oficina Química Municipal de la Ciudad de Buenos Aires, acto siempre recordado por cuanto asistimos a él, que contó con la presencia de las mas altas autoridades municipales, del Ministro de Justicia e Instrucción Pública, del rector de la Universidad de Buenos Aires y Decanos, Profesores Universitarios, funcionarios técnicos, etc. fue en verdad un merecido homenaje al sabio Dr. Pedro Arata y dio motivo a la edición de una publicación especial que recuerda aquel evento.
Desde casi su fundación colaboró en la organización y marcha de la Asociación Química Argentina. Fue Tesorero en 1915-1916, vocal en 1919-1923 y 1932-1934, Vicepresidente en los períodos 1925-1927 y 1934-1937 y dos veces Presidente en el lapso 1928-1932. Colaboró intensamente en la organización de certámenes de Química Sudamericanos, Rioplatenses y Nacionales organizados por la Asociación, tales como el 1º Congreso Nacional de Química de 1919 , el II Congreso Nacional de Química y 1º Sudamericano de 1922, el II Congreso Sudamericano de Química en 1930 y presidió el III Congreso Sudamericano de Química de 1937.
El año 1946, como se habrá observado, determina el cese de actividades oficiales que cumplía. En esos años desempeñó funciones de responsabilidad en la Sociedad Científica Argentina, a la que había ingresado en 1911, actuando entonces como Bibliotecario y Secretario de Correspondencia y más tarde, en 1924-1928, como Vocal Titular, como Vicepresidente 1º en 1950-1951 y como Presidente en el lapso de 1951 a 1956. Pese a las dificultades, y en mayo de 1952, se difundió la historia sucinta de esta benemérita sociedad al cumplirse el 80º aniversario de su fundación. Durante su gestión como Presidente de la Sociedad se logró entregar el Premio Sociedad Científica Argentina 1952, se fundó la filial San Juan en el mismo año y se creó la galería de Retratos de los Ex-Presidentes fallecidos.
El 24 de setiembre de 1955, bajo su presidencia y en una reunión especial, el escribano Miguel Bertomeu labró un acta que testimoniaba el reintegro del edificio a la Sociedad, del que había sido despojada. Entre 1956 y 1958 presidió la Comisión de Cursos y Conferencias y desde 1958 el Consejo Científico de Química de la Sociedad Científica Argentina.
En 1956 fue repuesto como docente universitario en la Facultad de Agronomía y Veterinaria de la Universidad de Buenos Aires, más no aceptó a favor del acceso de elementos jóvenes. Ello determinó un acto público en dicha Facultad para despedirle, en su retiro de la enseñanza superior.
Fue entonces designado interventor en la Dirección Municipal de Bromatología, un organismo que restituía al Municipio, en parte, las funciones de la ex Oficina Química Municipal que había dirigido tantos años. Posteriormente se le nombró Director de Medicamentos en el Ministerio de Salud Pública de la Nación y Miembro de la Comisión Asesora de la Dirección Municipal de Bromatología ya mencionada.
Como Académico Titular de esta Academia había ingresado en 1929, desempeñándose durante 14 años como Secretario en el lapso 1935-1949, año en el que se lo elige Vicepresidente. Prosigue como Vicepresidente y Vicepresidente en ejercicio para ser elegido Presidente en abril de 1958, cargo que con gran jerarquía desempeñó hasta su muerte.
Completando gestiones previas del Presidente anterior, el Dr. Alfredo Sordelli, logró que con fecha 18 de julio de 1957 se dictara una resolución del Ministerio de Educación y Justicia, acordando para la Academia la habilitación del primer piso del edificio de la calle Las Heras 2545, cuya dotación y gastos de instalación también consiguió, por reintegro de una suma anterior no invertida.
Sería tarea ímproba hacer una exposición del gran número de actividades de significación que la Academia cumplió bajo su presidencia. El 5 de febrero de 1958, por Decreto Nº 1291 del Gobierno de la Revolución, se creó el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, presidido desde entonces por el Dr. Bernardo A. Houssay. Ello determinó un cambio fundamental en el enfoque del progreso científico y técnico de la Nación, y la Academia jugó en ello un papel decisivo en materia de iniciativa y proyecto, principalmente a cargo de una Comisión Especial de Académicos integrada por los Dres. Houssay, Braun Menéndez, Deulofeu y Sánchez Díaz, y en la que también participó el Ing. Galloni.
Restituida sólidamente la vida de las Academias, Sánchez Díaz dedicó todo su esfuerzo al engrandecimiento de la nuestra sin descuidar las interrelaciones con las demás, desplegando una actividad sorprendente en la programación exacta de todas sus actividades y atendiendo personalmente las Actas, la correspondencia y los trámites.
Extendió el conocimiento y acción de la Academia a través de las Misiones Culturales de Académicos al interior de la República, realizadas con el apoyo de la Subsecretaria de Cultura de la Nación y de la propia Academia. Las organizaba personalmente en sus menores detalles y se cumplieron cuatro giras de esta índole, a saber: La Rioja, Córdoba y Catamarca en 1922; Corrientes, Chaco y Misiones en 1964; San Juan y Mendoza en 1965 y San Luis y Santiago del Estero en 1968. Dejaron un saldo netamente positivo de intercambio científico y cultural. Quienes participamos de ellas siempre recordaremos con emoción y entusiasmo y el esfuerzo que desplegó para el éxito de las mismas, así como su espíritu de compañerismo y caballerosidad.
Bajo su Presidencia las Sesiones de la Academia fueron seguidas de Sesiones Públicas, con exposiciones Científicas o Informativas a cargo de Académicos de la Corporación. Por su iniciativa, en 1968, se crearon las Sesiones Científicas de la Academia en las ramas de Ingeniería, Matemática, Química, Biológica y Biología General, con el propósito de incluir otras en el futuro. El éxito de las ya realizadas ha sido indudable.
Su condición de organizador eficaz y preciso se manifestó en numerosos eventos de trascendencia, tales la selección y realización de las Sesiones Científicas del Sesquicentenario de la Revolución de Mayo que compartió con el Dr. Bernardo Houssay, su actuación con Rango de embajador Extraordinario como Delegado Argentino a la XII Conferencia General de UNESCO realizada en París en 1960 y posteriormente en 1962 en la XIII Conferencia también en París, oportunidad ésta en que integró el Comité de Expertos sobre Tierras Aridas. Su gestión determinó la celebración en Buenos Aires en 1963, de la Conferencia Latinoamericana para el Estudio de las Regiones Aridas con el patrocinio del Gobierno Nacional y de UNESCO, un certamen de la más alta trascendencia internacional en el tema debatido, que él presidió y organizó en buena parte.
Tuvo también papel destacado en la Organización del Comité Argentino para el Decenio Hidrológico Internacional; el primero que entró en funciones para el estudio de ese importante asunto. Informó siempre a la Academia de sus ideas y proyectos en estos temas y obtuvo su total aprobación y cooperación.
Actos de significación fueron las conmemoraciones del 85 y 90 aniversario de la Fundación de la Academia, el primero el 17 de noviembre de 1959 que constituyó, además, un señalado homenaje a su primer Presidente, el Dr. Juan María Gutiérrez y al sabio Alejandro von Humboldt. Todos los actos de la Academia ocurridos en 1964 se dedicaron a la conmemoración del 90 aniversario y ello, según un plan trazado por una Comisión Especial de Académicos que él presidió. El 29 de agosto en el Museo Mitre tuvo lugar una solemne sesión pública. El tomo XIX de los Anales recuerda permanentemente los actos celebrados y su Premio, firmado por Sánchez Díaz, es un emocionado homenaje a quienes dieron origen y desarrollo a la Academia. Soñaba con la conmemoración del Centenario que, consideraba, no contaría con su presencia y en alguna ocasión, teniendo en cuenta su edad, había sugerido la posibilidad de un acto similar del 95 aniversario, que desgraciadamente no pudo ser.
El Legado a la Academia del sabio Doctor Cristobal M. Hicken, tuvo en él un permanente sostenedor a fin de proporcionarle el mayor apoyo financiero, dentro de las posibilidades presupuestarias. El Instituto Darwinion recibe actualmente, además, apoyo del Consejo Naciones de Investigaciones Científicas y Técnicas. Se recuerdan especialmente los actos conmemorativos de los 20, 25 y 30 aniversarios de este prestigio Instituto.
Propició y logró, oportunamente, la modificación de los Estatutos y Disposiciones Reglamentarias de la Academia, posibilitando así una mayor amplitud en sus actividades. Prestó preferente atención al otorgamiento de Premios a la producción científica que la Academia ya discernía, mejorando algunos y logrando modificaciones a sus Reglamentos, y se crearon otros, posibilitados por nuevas Fundaciones: las fundaciones Enrique Herrero Ducluox y Cánepa-García Olano.
En su larga gestión presidencial la Academia incorporó numerosos Miembros Titulares y Correspondientes, en el país y en el exterior. Tocóle despedir por siempre a otros distinguidos Miembros de la Corporación. Su palabra ágil y justiciera se oyó en muchas ocasiones para dar la bienvenida a nuevos Académicos y Visitantes ilustres o para rendir homenaje a figuras destacadas de la Ciencia del país o del exterior, del presente o del pasado.
Mostró siempre un anhelo vehemente por acercar la contribución de la Academia a la solución de diversos problemas nacionales, ya fuese en la conservación de la naturaleza o en su transformación provechosa, en la defensa de la autonomía de Instituciones de bien público, en problemas de enseñanza, régimen de funcionamiento de Universidades privadas, etc. Cabe destacar la exitosa participación de un grupo de Académicos junto a destacados científicos y funcionarios técnicos del país en una reunión de "Amigos del Libro" en la consideración del Tema "Ciencia y Tecnología en el Progreso Argentino - Una visión del Futuro", en la que el Doctor Sánchez Díaz actuó como Coordinador.
Aunque no se dispone una lista completa de sus publicaciones, tarea que habría que realizar, su producción en ese sentido ha sido muy extensa e incluye trabajos experimentales, aspectos de diversos procesos industriales, exploración minera, materiales de construcción, productos industriales, legislación bromatológica y profesional, temas de Toxicología y Química Legal, Industria Alimentaria, notas diversas, Conferencias, Informes, rememoraciones, etc., etc.
En su trayectoria fue motivo de muchas distinciones. Era Miembro de Honor o Correspondiente de la Sociedad Uruguaya de Bromatología, de las Sociedades de Higiene y Nutrición y de Química de Chile, de la Sociedad de Química y Farmacia de San Pablo (Brasil), de la Sociedad Brasileña de Química, de la Sociedad de Química del Perú y de la Asociación de Ciencias Naturales de Bogotá (Colombia). Además, Miembro del Ateneo Ibero-Americano y de la Institución Cultural Americana, Miembro de Honor del Instituto Argentino de Cultura Hispánica, Miembro de la Comisión Nacional Argentina para la UNESCO, Vocal y Vicepresidente del Instituto Popular de Conferencias de "La Prensa", Académico Correspondiente de la Academia de Ciencias y Artes de San Juan de Puerto Rico, de la Academia Brasileña de Química y de la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid, Académico Titular de las Academias Nacionales de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, de Ciencias de Córdoba y de Buenos aires y Doctor Honoris Causa de la Universidad de Montevideo.
Integró un gran número de Jurados para la provisión de cargos de Profesor Universitario y para la adjudicación de Premios a la Investigación Científica, entre ellos los de la Fundación Bunge y Born. Presidía el Jurado que otorgaría el premio de esta última fundación en el campo de la Ingeniería, hasta su deceso.
Había sido Delegado Oficial del Gobierno Nacional a la VIII Conferencia Internacional de Química de Varsovia en 1927 y de la Asociación Química Argentina al VII Congreso de Química Industrial y de la Universidad Nacional de La Plata y Sociedad Científica Argentina a los Actos de Conmemoración del Centenario de Berthelot, ambos en París en 1927.
Por tres períodos fue Presidente del Rotary Club de Buenos Aires, al que había ingresado en 1938, siendo desde 1959 Socio Veterano Activo. En 1966, se le distinguió con el Premio Rioplatense Rotary Club, que recibió en mayo de ese mismo año, en Montevideo. La plaqueta que acredita ese galardón dice textualmente: "A Abel Sánchez Díaz - Premio Rioplatense Rotary Club - Año 1966- En reconocimiento a sus virtudes humanísticas, labor científica y docente, ejemplaridad ciudadana y méritos rotarios".
Deseo concluir esta recordación repitiendo palabras de uno de sus más queridos amigos el doctor Bernardo Houssay: "Estuvo siempre al servicio de las obras, en favor del desarrollo de la investigación científica, en especial asegurando los medios de trabajo a los investigadores. Se consagró en todas las ocasiones a la enseñanza y al progreso de la ciencia básica y aplicada. Su carácter jovial, cordial y amistoso, ameno y con fina ironía, cautivaba a sus auditores y tenía un especial don de convencer para defender las buenas causas. Era incansable, seguro y responsable; encomendarle una tarea era descontar un éxito cierto. Demostró firmeza en sus convicciones democráticas, lealtad a los principios éticos, tuvo culto por la amistad. Siempre estaba listo para defender generosamente las buenas causas. Tuvo una vida ejemplar, por todos reconocida. Sirvió en forma destacada a la Ciencia y a nuestro país".
Son éstas sin duda, palabras que lo definen en toda su dimensión.
El Dr. Abel Sánchez Díaz falleció repentinamente en Buenos Aires, el día 27 de noviembre de 1968.
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